Corría el año 1998. Cuadernito de inicio de Segundo Grado. Dos hojas consecutivas con dos mensajes de la/el docente en la zona superior, con bolígrafo verde…
La fecha del cuaderno cuya imagen compartimos permite inferir que la educación de ese docente no estuvo interferida por el uso de las pantallas ni de la informática en general… pero seguramente fue “víctima” de la problemática que padecieron también sus propios alumnos y que se extiende hasta hoy: la ausencia de una materia pedagógica en relación la enseñanza de la escritura manual, tal como existen para la gramática, la matemática, la historia, etc.
Aunque se viene pronosticando la “muerte” de la escritura manual, todavía es una herramienta principal en la mayoría de las actividades laborales y en todos los niveles de estudios. La propia experiencia en distintos niveles de estudios (primarios, secundarios, terciarios, universitarios) indica que los apuntes en escritura manual son mayoría absoluta.
Los apuntes manuales deben ser rápidos y legibles para que cumplan su función. La ejecución de una forma correcta de las letras que garantice la legibilidad se debiera adquirir en primero y segundo grado del nivel primario. Una vez adquirida la forma, la práctica asidua y exigente permite automatizarla primero y, luego, incrementar la velocidad con mucho menor riesgo de perder la estructuración aprendida de las letras. El proceso es similar al de la conducción de un automóvil: no se puede acelerar sin previamente automatizar el manejo correcto. Cuando no se procede así… sobrevienen los choques.
Es muy importante, además, que el docente trabaje con escritura legible, especialmente cuidada en los primeros años de escolarización, porque muchos niños tienden a imitar su caligrafía (aprendizaje por modelado: observación de la actuación del modelo).
Mientras esto no ocurra, es difícil responsabilizar a la informática por el aumento de la disgrafía.
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