Los estudios sobre escritura abrevan en investigaciones que sorpresivamente (no se me ocurre otro término… porque muchas lecturas realmente me sorprenden), se convierten en auxiliares de la nuestra, ya se trate de cotejo para la pericia caligráfica o de interpretación de proyecciones bio-psico-sociales para la grafología.
En efecto, con objetivos diferentes, ambas disciplinas evalúan el tiempo de ejecución. Una de las pruebas se basa en la velocidad de producción medida en letras por minuto. La creada por el psiquiatra francés J. de Ajuriaguerra que se utiliza hasta nuestros días, consiste en repetir por un minuto la frase “Respiro el dulce aroma de las flores” en velocidad normal y luego en velocidad acelerada para determinar el potencial de reserva (también contemplada en las antiguas pruebas de June Downey). Los peritos calígrafos persiguen el mismo fin cuando toman cuerpos de escritura con otras estrategias. Hasta aquí, todo lo que todos sabemos…
Pero en esta variable cuantitativa que parece tan transparente, la experiencia indica que en la velocidad normal puede haber una aceleración velada tras el mero deseo de mostrar un mejor rendimiento. Muchas veces esto se traduce también en un evidente cambio de actitud de quien realiza la prueba. Y aunque -perogrullo mediante- la “expresión no gráfica” no puede ser valorada como “expresión gráfica”, estas conductas no obstante nos mostraron la necesidad de realizar una “evaluación encubierta”.
Estos son los tips:
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No informar que se medirá la rapidez de ejecución.
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No trabajar con cronómetro a la vista.
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No incluir las palabras “normal”, “lento” ni frases como “sin apuro” u otras que establezcan un vínculo con la idea de “velocidad”.
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Informar la consigna con una frase suficientemente descriptiva, por ejemplo: “Repita la frase tranquilamente, como si escribiera una carta a un amigo”.
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Tener todos los materiales preparados para no producir nerviosismo con nuestra desorganización y apuro e inducir con ello a la calma.
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Usar un tono de voz relajado para no trasmitir impaciencia con la consecuente necesidad de prisa en la realización de la tarea.
Y aquí viene mi “descubrimiento” del sesgo que mejora el rendimiento de las personas en situación de evaluación de productividad. Se trata del efecto Hawthorne el que, sorpresivamente, se convirtió en el fundamento de muchas de las observaciones realizadas en la práctica cotidiana de captura de muestras de escritura.
El estudio proviene del campo del rendimiento industrial y comenzó hacia 1927 con empleados de la Western Electric Company, en Hawthorne (que le da su nombre), cercana a Chicago (USA). Pronto se advirtió que su influenza se da en todos los ámbitos. También en la medicina, aunque no se estableció todavía en qué proporción en diferentes realidades.
En la segunda prueba -de velocidad acelerada- no es necesario tomar recaudos para neutralizar el efecto Hawthorne: por el contrario, no solo se realiza con el cronómetro a la vista y se informa claramente el objetivo (esto se denomina “evaluación abierta”, en contraposición a la “encubierta”), sino que requiere de constantes lemas que estimulen la rapidez de ejecución durante todo el minuto de administración para que se ponga de relieve el máximo rendimiento.
Cabe destacar que este sesgo puede estar produciéndose en otras variables gráficas, quizá no tan sensibles como la velocidad, pero que dan lugar a su inferencia.
Así vamos sumando investigaciones en disciplinas auxiliares: no solo de psicología, neurología, psicomotricidad, ente tantas. Se suman también los estudios sobre rendimiento y condiciones industriales.
Sorpresas que da la lectura…
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