Sabemos que muchas alteraciones del trazo no son compatibles con estados mórbidos del escribiente sino con alteraciones del bolígrafo utilizado. Por eso se excluyen de los síndromes grafopatológicos en los que cada signo cuenta con el respaldo de inferencias teóricas o resultados estadísticos que manejan quienes los confeccionan.

Entre los signos que reflejan “patologías” del bolígrafo, algunas son “clásicas”. Por ejemplo, las “estrías” son inaniciones a lo largo del trazado (líneas blanquecinas) causadas por la mala terminación de la bolilla. Otro signo son las “descargas”,  acumulaciones de tinta que se dan generalmente en los cambios de dirección.  Esto se produce por el ajuste deficitario entre la bolilla y el engarce (borde que la sostiene), por lo que no llega a recoger el sobrante de tinta que no se transfirió al papel a medida que gira. La mayor frecuencia “ensucia” el escrito y da un aspecto pastoso.

Cabe aclarar que estas alteraciones se producen con bolígrafo de tinta pastosa. Pero los hay de tinta fluida, adhesiva y gel y, también, en cada caso  se producen diferentes anomalías que no tienen que ver con las posibles patologías del escribiente.

Las imágenes corresponden a la didáctica exposición del Ingeniero y Calígrafo Público Carlos Alberto Baró Graf  (fruto de su trabajo con CP Furno, R.  y Baró Graf, L.) en el espacio en redes “Documentoscopía Mundial”, de Raymond Orta, donde muestra las partes del bolígrafo y explica cada una de las perturbaciones gráficas que produce su mal funcionamiento.

Estos datos, además, ponen de relieve la necesidad de respetar el encuadre de instrumentos y soportes cuando se realiza el seguimiento grafológico de patologías (aspecto “Variabilidad” del género “Continuidad”). Se trata también de un factor significativo para el profesional que debe valorar escritos que proporciona un juzgado, una escuela, una institución de salud, generalmente ejecutados fuera de un encuadre aséptico.