La palabra “desprolijo” no es cualquier adjetivo. Es casi una condena. Implica un juicio de valor que genera resistencia en las personas que tienen problemas con la escritura, aunque solo se aplique a los pasos que sigue una actividad reeducativa.
Si son adultos con patologías que afectan la escritura, la resistencia puede ser generada por el problema actual, que le impide cumplir con “las leyes gráficas” (en el sentido de “convención” de Daniel Calmels) y/o porque reactualiza heridas infantiles. En los niños y adolescentes con disgrafías en curso, porque muchas veces atravesaron un largo período de “condena” antes de la ayuda.
La reeducación de la escritura (on line o presencial) recurre a técnicas para desdramatizar la actividad gráfica de quienes la necesitan y enfrentan la hoja en blanco de manera traumática.
Rasgar los bordes de un papel en forma irregular y desigual para representar una nube, pintarla libremente con trazos desparejos, desflecados, sin detalle, esbozados y escribir en distintos colores sobre líneas onduladas, zigzagueantes… Todo eso establece nuevas “leyes”, de una apariencia totalmente libre (pero pautada al detalle), que ejercita otra forma de escribir, eficaz para rehabilitar la función dañada, pero -sobre todo- capaz de ahuyentar a los fantasmas de la desprolijidad y el descuido.
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