La incorporación de la escritura cursiva en la etapa pre caligráfica (pensamiento pre operatorio) estimula la capacidad de abstracción porque el niño debe “pensar” el coligamento adecuado a la letra que sigue, cuando aún está escribiendo la anterior.
La palabra “cursiva” proviene del latín “curro” (curris, currere, curri, cursum), que significa “correr”. Es el nombre del modelo caligráfico ligado que permite desarrollar mayor velocidad que los modelos de imprenta, desligados. De modo que es la herramienta indicada para la función: una vez automatizada, permite tomar apuntes más veloces y facilitar algunos objetivos académicos como atender a los contenidos sin pensar en la ejecución.
Las imágenes muestran la frase del test de Ajuriaguerra realizada en los dos modelos por un niño de 12 años que nunca escribió en cursiva. Las capturas dinámicas con tabletas ofrecen medidas fluidez en NIV (número de inversiones de velocidad): la mayor fluidez está indicada por la menor cantidad de NIV, es decir, menor cantidad de oscilaciones de velocidad que indica menor cantidad de titubeos en el trazado.
Las muestras punteadas representan cada uno de los NIV. La imprenta cuenta con 12,87 NIV por centímetro de escritura y la cursiva, 62,45 NIV. Esto implica el alto nivel de titubeo en el trazado de esta última, que las cifras totales (1381 y 4495) traducen en una diferencia del 225,49 por ciento. El trazo de la muestra en cursiva se ve de mayor calibre y color más intenso por la proliferación los puntos NIV.
Este caso revelaría que si el “instrumento cursiva” no se adquiere en etapas tempranas, el niño igualmente realizará las adquisiciones evolutivas esperables a través de otros incentivos y prácticas.
Por eso, a esta altura de su desarrollo, incorporar la cursiva no implicaría para él más beneficios que los ya alcanzados.
Pero ya se perdió el estímulo cognitivo y los beneficios de la velocidad gráfica que representa la cursiva en la escolaridad primaria…
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