Los estudios sobre escritura abrevan en investigaciones que sorpresivamente (no se me ocurre otro término… porque muchas lecturas realmente me sorprenden), se convierten en auxiliares de la nuestra, ya se trate de cotejo para la pericia caligráfica o de interpretación de proyecciones bio-psico-sociales para la grafología.
Efectivamente, con objetivos diferentes, ambas disciplinas evalúan el tiempo de ejecución. Una de las pruebas se basa en la velocidad de producción medida en letras por minuto. La creada por el psiquiatra francés J. de Ajuriaguerra que se utiliza hasta nuestros días, consiste en repetir durante un minuto la frase “Respiro el dulce aroma de las flores” en velocidad normal y luego en velocidad acelerada para determinar (por la diferencia entre ambas) el potencial de reserva (también contemplada en las antiguas pruebas de June Downey). Hasta aquí, todo lo que todos sabemos…
Pero en esta variable cuantitativa que parece tan transparente, la experiencia indica que en la evaluación de la velocidad normal puede haber una aceleración extra causada por el mero deseo de mostrar mayores aptitudes ante el observador.
Y aquí viene mi “descubrimiento” del sesgo que mejora el rendimiento de las personas en situación de evaluación de productividad. Se trata del efecto Hawthorne el que, impensadamente, se convirtió en el fundamento de muchos cambios positivos en la práctica de actividades diversas.
El efecto Hawthorne fue definido como «un aumento en la productividad del trabajador producido por el estímulo psicológico de ser señalado y hacerlo sentir importante» (1). La definición se amplió luego a la medicina (donde se refiere a la respuesta al tratamiento) y a otros ámbitos, entre los que también se podría incluir la grafología.
Para neutralizar este efecto en la prueba de velocidad normal se hace necesario realizar una “evaluación encubierta” contemplando los siguientes puntos:
1- No informar que se medirá la rapidez de ejecución.
2- No trabajar con cronómetro a la vista.
3- No incluir las palabras “normal”, “lento” ni frases como “sin apuro” u otras que establezcan una asociación directa o indirecta con la idea de “velocidad”.
4- Informar la consigna con una frase suficientemente descriptiva, por ejemplo: “Repita la frase como si escribiera una carta a un amigo”.
5- Tener todos los materiales preparados para no producir nerviosismo con una eventual desorganización y apuro.
6- Usar un tono de voz relajado para trasmitir calma.
En la segunda prueba -de velocidad acelerada- no es necesario tomar recaudos para neutralizar el efecto Hawthorne: por el contrario, no solo se realiza con el cronómetro a la vista y se informa claramente el objetivo (esto se denomina “evaluación abierta”, en contraposición a la “encubierta”), sino que además requiere de constantes lemas que estimulen la rapidez de ejecución durante todo el minuto de administración para dar lugar al máximo rendimiento posible.
Cabe destacar que este sesgo puede producirse en otras variables gráficas, aunque estas no sean tan sensibles como la velocidad.
1- Rob McCarney, James Warner, […], and Peter Fisher. «The Hawthorne Effect: a randomised, controlled trial»
2- Este sesgo se descubrió en el campo del rendimiento industrial, hacia 1927, con empleados de la Western Electric Company, en Hawthorne (ciudad que le da su nombre), cercana a Chicago (USA). Pronto se advirtió que su influenza se da en difereentes ámbitos pero no se estableció todavía en qué proporción en las diferentes situaciones.
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