Hace tiempo que la currícula escolar dejó de poner el acento en la enseñanza de la escritura en tanto grafismo. Todavía en el siglo pasado se daba importancia a las formas de las letras y los maestros “llevaban” la mano de los niños para que las lograran y la producción resultara fundamentalmente legible. Aparecieron los cuadernillos de aprestamiento pero, paradójicamente, por otro lado, creció la idea de que lo importante son los contenidos y no la “forma” con que se vierten. En aras de la libertad, cada niño empezó a escribir “como quiera”.
Al borde de la ilegibilidad total, hoy, movimientos reivindicatorios de la manuscritura reflotan la importancia de los tradicionales cuadernillos. Lo curioso es que esta vez, en muchos casos, solo se moderniza exteriormente la presentación y se clonan los mismos viejos ejercicios… pero se los “vende” ahora como una panacea que transfiere inteligencia a partir de determinada manera de realizar los trazos. Se pasó de considerar a la escritura de una casi inútil habilidad motora, a una mágica repetición “creadora” de funciones cognitivas.
Quizá vale la pena valorar el aprestamiento por lo que es y desmitificar sus “poderes” por lo que no es.
Ilustra releer a Vygotski (1) cuando dice que el lenguaje escrito es un sistema de signos y símbolos que debe ser expresamente enseñado porque no se adquiere como el lenguaje hablado. Y se le debe prestar especial atención porque implica un punto decisivo en el desarrollo cultural de una persona.
En la primera etapa de aprendizaje no es otra cosa que un sistema de signos gráficos que representan los sonidos de las palabras (fonema/grafema) y no representan mentalmente el concepto al que aluden porque el niño no está maduro todavía para eso. La escritura es aquí un dibujo, un simbolismo de segundo orden que, de a poco, si el niño tiene las capacidades y el ambiente las estimula, se convertirá en un simbolismo de primer orden. Es decir, las palabras escritas pasarán a representar conceptos.
Pero si el niño no tiene la potencialidad, por más habilidad gráfica que haya desarrollado con cuadernillos de aprestamiento, no realizará ese pasaje. Las palabras seguirán siendo dibujos. Es más: la gran habilidad grafomotora puede terminar en un mero preciosismo caligráfico donde no se diferencian los rasgos principales de los secundarios. Y el aprestamiento servirá entonces para el regodeo en lo accesorio y subsidiario, sin avanzar hacia la abstracción que implica el simbolismo primario.
Ese pasaje, que se produce gradualmente, debe ser necesariamente estimulado por el dominio de la técnica gráfica que propone el aprestamiento, como factor cultural externo, como instrumento de mediación. Operaría como “zona de desarrollo próximo”, un andamiaje para favorecer el desplazamiento de la energía del simbolismo secundario al simbolismo primario, punto de llegada cuando la palabra escrita, ya liberada de dificultad de la forma, se identifica directamente con el concepto.
A esa altura, el niño capitaliza todo el aprendizaje técnico de la primera etapa y puede imprimir velocidad sin perder legibilidad, lo que permite que la herramienta-escritura sea eficaz para “volar” a la velocidad de su pensamiento, con lo cual el pensamiento mismo se potencia por este círculo virtuoso y puede crecer hacia la capacidad de análisis y síntesis, la reflexión, la argumentación…
Además de ser imprescindible para la facilitación y acicate de esos procesos mentales superiores, la estimulación grafomotora puede evitar en una primera instancia las frustraciones productoras de disgrafías por rechazo de la escritura, de impacto en el rendimiento escolar.
Ante la presencia de los factores constitucionales, la habilidad técnica (como construcción social) no solo permite que se vehiculice su expresión sino que estimula la completud evolutiva. Por eso la escritura se va modificando a medida que se desarrollan las potencialidades. Es lo que los grafólogos resumimos sencilla y claramente al decir que la escritura es proyectiva. No se explica porque el trillado cuadernillo “transfunda” inteligencia. El fenómeno es un poco menos mágico y tiene la racionalidad de los modelos claramente explicados por quienes dedicaron su vida a estudiarlos.
Más allá de estos mecanismos que es imprescindible conocer para operar con la escritura infantil, vale consignar que existen otros métodos de aprestamiento que superan los cuadernos de caligrafía, muchas veces rechazados por repetitivos, pesados, a veces tomados como un verdadero “castigo”, generadores cuando menos de aburrimiento más que de interés por el gesto gráfico pre escritural y la escritura propiamente dicha.
Y cuando la etiología del problema lo amerita, la solución puede estar en el uso de computadoras y tablets, nuevos “instrumentos de mediación” que no existían en la época de Vygotski.
Pero ese es otro tema…
(1) Vygotski, Lev (Rusia, 1896-1934), Médico, Abogado, Teórico de la Psicología del Desarrollo, fundador de la Psicología Histórico-cultural y precursor de la Neuropsicología. Su obra más importante es “Pensamiento y lenguaje”.
Mariela dice
Ahora lo entendí
Adriana Ziliotto dice
Gracias por tu comentario… Seguimos comunicadas e intercambiando! Cariños!
esmeralda dice
quien fue el fundador del aprestamiento
Adriana Ziliotto dice
Hola Esmeralda! El método más antiguo conocido para enseñar la escritura manual a niños es el método de la copia o imitación. Se remonta a la antigüedad y fue usado por muchas culturas a lo largo de la historia. Consistía en que los niños observaran a un maestro o a un modelo de escritura y luego intenten imitar esas formas y trazos.
En la antigua Grecia, por ejemplo, los niños aprendían a escribir copiando las letras y palabras de textos existentes. También se usaba este método en la Roma antigua y en la Edad Media. A medida que la imprenta se desarrolló y los libros se volvieron más accesibles, se comenzaron a utilizar materiales impresos como modelos para la práctica de la escritura.
Con el tiempo, surgieron diversos métodos formales de enseñanza de la escritura, y algunos de ellos se popularizaron en diferentes épocas y lugares. Por ejemplo, el método Palmer, desarrollado en el siglo XIX en los Estados Unidos, fue muy influyente en la enseñanza de la escritura a mano en ese país durante muchas décadas.
Te envío un cordial saludo!